jueves, 20 de diciembre de 2018

La princesa Martina y otros cuentos



Cuatro cuentos para pequeños y grandes:
La princesa Martina. 
El sabio Luis. 
Gonzalo el valiente. 
Martín el mago.

Cuatro cuentos para pequeños y grandes, con un estilo sencillo pero con mucho contenido. Historias para disfrutar y aprender. Y también para reflexionar. Temas actuales como el machismo, el cuidado del medio ambiente, el respeto de la verdad, aparecen en historias que todo el mundo comprenderá.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Receta de un beso


Receta de un beso    Martín Ortega, Dic. 2018
Mira la copa,
mujer llena de rojo y deseo,
dirán frambuesa y cereza,
teja o burdeos,
pero son olas de miel
que untan los ojos de sol;
luz granate que asciende
de la raíz hasta el cielo.
Siente ese olor insondable,
prepara un viaje al recuerdo,
dirán especias, fruta y madera,
inventan palabras para explicar
lo que no se puede decir,
todo aquello que perdimos,
no poder vivir de nuevo
tiempos de júbilo, el amor,
que el vino hace resurgir
hoy, otra vez nuestros,
y respiran al cruzar de uno a otro cuerpo.
Entonces abre tu boca,
ábrela con respeto:
llega el huracán de la tierra,
un zarpazo de lo inmenso,
murmullo e incendio,
aroma de vida eterna
completo en un beso.
Vino que arrullas y sabes
todo lo incierto,
llévanos en tu barca hasta el fin del deseo.
Beso húmedo de la cepa seca. Piensa.
Sí, Tú, vino, haz más grande la vida,
clava tus flechas, detén este momento,
limpia todas nuestras penas,
devuelve esa alegría sin tacha
de la risa suave y sencilla,
traspasa el alma del ayer al mañana,
y haz, una vez más, verdad esa unión imposible
entre el hombre y la tierra
porque está la muerte por medio.      

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Poema a un olivo

En mi casa de Madrid tengo un olivo. Solo uno. Un olivo. Tiene 87 aceitunas contadas porque dos se han caído. Un misterio. Dos han querido dejar el nido. Quizás el viento, quizás se creían mayores, las pobres, ¿o habrá sido un suicidio? La vida está mal, pero hay que seguir adelante y luchar. El olivo es muy joven, tiene 20 años, podría ser mi hijo. Como mis estudiantes. Todos esos árboles que he ayudado a enderezar, y partieron caminando al mundo sin poder ver sus frutos, sin saber si eran naranjas, algarrobas o penas lo que iban a dar sus vidas. Prefiero mi olivo. Quiero también a mis estudiantes. A todos los he querido, y he pensado al verlos: más os enseñará la vida, solo os he dado un lenguaje para que vuestros pensamientos sean puros, para que no se concentren en vuestro ombligo, para que sepáis que existen otros hombres y otras mujeres en el mundo, que sufren y mueren, y que no solo existe vuestro ombligo. Ahora partid, quedo solo con mi olivo. Los profesores y los padres quedan solos, y las gracias solo las dan los olivos.
En esta semana de lluvia y frío, las aceitunas han ennegrecido. Siempre las conocí verdes. Es una sorpresa verlas orgullosas lucir su nuevo abrigo. Aparecieron como lágrimas verdes, luego fueron uvitas verdes y duras, en verano su piel verde se arrugó y corrí a regar la tierra dolorida. En septiembre las olivas estaban llenas de promesas, eran ojos verdes estallando de alegría. Atenea eligió como símbolo el olivo, y los atenienses lo adoraron. Esto solo se entiende al dialogar con sus ramas, quitar los nuevos tallos verdes que amanecen, regar sus entrañas, y viendo cómo las aceitunas crecen y hablan, tan vegetales como humanas.
El año pasado preparé un aliño disfrutando cada repuesto de agua salada y gustando cada oliva amarga. Este año espero esa ceremonia tanto como el solsticio. La tierra, la lluvia y la planta hacen el milagro, y luego alimentan el cuerpo y el alma de quien las aguarda. Recibirlas todas ellas en una olla el día más frío del invierno, con ese golpe redondo que hacen al caer, mejor que Twitter. Cambiar el agua reteniendo las aceitunas entre los dedos hace olvidar whatsapp. Preguntar si están listas y esperar la respuesta en silencio no puede explicarse en Facebook. Aliñar con tomillo y ajo. Unos gajos de cebolla tan blanca como el cielo y el color del pimentón al manchar no están en Instagram. Cada uno hace el aliño a su forma dialogando con las olivas en silencio, y de nada sirve el postureo. Yo quise dejarlas un poco amargas porque recuerdan el sabor auténtico de la vida, con sus reveses y daños, no tanta milonga insípida y enlatada. Les puse al final un poco de aceite de Jumilla, como las curan en Aragón, para que conocieran a sus hermanas. La fina capa de aceite las hace resbalar en los dedos al cogerlas y eso me entusiasma. Así se escapan ante nosotros las ocasiones y así debemos agarrarlas, a la boca con suavidad.
Aceitunas curadas con amor de fuego desesperado, al quedar con vida dentro, también su sangre regaba los labios. Por fuera, el color de los granos de uva tinta, por dentro el de las cerezas. Feliz estoy. Mis pocas aceitunas van madurando. Otros tienen miles, yo no quiero más porque otros no tienen ninguna. Ahora, el recuerdo irrepetible de ese beso untuoso del año pasado, ese amor por lo pequeño, ese no saber si sabré curarlas igual, esa comunión con la poca naturaleza que sobrevive en la gran ciudad, ese milagro de crear algo de la nada, me da la vida y espera.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Poema a la luna



Pluma en la noche
la luna se levanta.
En la Tierra todo es túnel,
vid oscura,
flores muertas,
corazón sin amor,
tu vida está enterrada.
Rendida, levantas la mirada
y la luna sorprende
clavando una rosa
en tu garganta.
La luna excita y calma,
ella no brilla,
roca grisácea,
es solo reflejo
de un sol lejano e incierto,
de una estrella que abrasa.
Piedra muda y fría,
canta débil
con la fuerza del sol
y calla.
¡Quién fuera luna
y pudiera sentir la llama
de lo auténtico!
Reflejar para vivir,
renacer por la luz,
cantar a los mortales
el pálido reflejo
de la Verdad.
¡Quién fuera luna
y pudiera ver el fuego
que no ven
quienes duermen a oscuras
en su planeta!
¡Quien pudiera
iluminar con un soplo,
un hilo de luz, un beso de ciencia
a quienes sueñan en la Tierra!

Madrid, octubre 2018

Las playas de Aveiro


En el medio del camino de nuestra vida
encontramos a veces una playa perdida
donde la voluntad se deshace y el baño es inevitable.
Bañarse siempre en playas venturosas y largas
no en playas vulgares llenas de gente que sueña en alcohol,
saberse uno con el mar y el cielo, sin otras miradas.

Esta playa al sur de Oporto es una niña terrible,
enfrente deben estar las costas de Florida,
aquí un mar helado y gris con los recuerdos robados,
con las olas gritando verdades como sirenas.
La mañana era brumosa, la fuerza del mar convocaba,
el sol no aparecía, como esos deseos escondidos,
como las alegrías brillantes que los años secaron.

El héroe griego, el nuevo Ulises en traje de baño, se dirige al agua
para luchar con la vida, cuando los socorristas
advierten el peligro de lejos, y sacan
bandera roja para zanjar la épica.
Pero la poesía puede más, es hábil como las batientes del mar,
vuelve y promete bracear allí mismo donde rompe la espuma,
y los vigilantes aceptan si uno está cerca y sabe nadar.

El empuje de las aguas es formidable, el mundo se hace más lento,
las olas toman el cuerpo y lo transforman, no animal no pez,
no estrella de mar ni anfibio, alga verde que se mece en movimiento.
El mar es viento y yo soy brizna, los huesos no existen, no respiro,
una túnica empapada envuelve mi cuerpo y lo lleva muy lejos.
Mar fría, salada, olas, todo es olvido, de la injusta mujer que destrozó mi vida,
de la envidia, los falsos amigos, los dementes, los que adoran el dinero
como el único Dios. Mientras, el Dios verdadero y su Creación
me poseyeron en esa playa niña, y llenaron un año más mi corazón.

                             Poema escrito en Aveiro (Portugal), agosto 2018.

lunes, 25 de junio de 2018

Novela Crimen, venganza y expiación

Los admiradores y amantes de la literatura nos esforzamos por conocer bien a los clásicos, y a otros modelos contemporáneos que pueden aportar ideas y frescura a nuestra actividad.

Además de esa vertiente de disfrute literario y aprendizaje, los aficionados nos atrevemos también a hacer nuestras propias contribuciones, y esto es así en los campos de la narración o de la poesía. Afortunadamente, tal actividad creativa está hoy muy extendida y todo el mundo puede participar. Como dijo Picasso, la creación no debe ser exclusiva de los grandes artistas, sino que hay que animar a todo el mundo a expresarse. En un sentido más profundo, escribir, pintar, cantar, hacer música, bailar, cocinar, etcétera, pueden considerarse contribuciones a la Creación, que por esencia es obra de la Naturaleza.

Ahora bien, un admirador y amante de la literatura no encuentra siempre la oportunidad de editar una obra antigua. En mi caso, la fortuna ha querido que pueda realizar esta labor con la novela de José María Martínez Iñiguez, Crimen, venganza y expiación, publicada en Madrid en 1863, y después olvidada. Es para mi un honor que quiero compartir con todos.

Las circunstancias de aparición de esta novela están explicadas en el nuevo blog Yumiella Cultura, que comparto con María Ortega. Al dar a la luz pública una versión adaptada de ese relato extraordinario, estoy recuperando para todo el mundo el placer del conocimiento y de la lectura de una interesante obra del siglo XIX, poco conocida hasta ahora. Que disfruten la novela!

José María Martínez Iñiguez, Crimen venganza y expiación. Edición a cargo de Martín Ortega Carcelén, Madrid 2018. ISBN 978 – 84 – 09 – 02980 – 8